Batalla Naval de Cabo Celidonia (1616)
La batalla naval del cabo Celidonia se enmarca dentro de las guerras habsburgo-otomanas y supuso una victoria inesperada de la escuadra ligera española comandada por Francisco de Rivera frente a la flota otomana, mucho más numerosa.
En plena lucha por el control del mar Mediterráneo, una pequeña flota española formada por cinco galeones y un patache, zarpó de un puerto del Reino de Sicilia para patrullar y hostigar con acciones de corso por el mediterráneo oriental, en zonas cercanas a la isla de Chipre y la histórica región de Cilicia a comienzos de julio de 1616.
El virrey del Reino de Sicilia, Pedro Téllez-Girón, tercer duque de Osuna, y que la posteridad denominará el "Grande Osuna", había dado el mando de la pequeña flota española a Francisco de Rivera, que siendo alférez el año anterior, se distinguió en la toma de La Goleta (1615), lo que le valió el ascenso a capitán.
Los galeones que conformaban la flota española eran: Concepción, armado con 52 cañones (siendo el buque insignia de Francisco de Rivera); Almiranta, de 34 cañones (capitaneada por el alférez Serrano); Buenaventura, con 27 cañones (bajo mando de Íñigo de Urquiza); Carretina, con 34 cañones (Capitaneada por Valmaseda); San Juan Bautista, armado con 30 cañones (dirigido por Juan de Cereceda; y el patalache Santiago, con 14 cañones (dirigido por Garraza).
Completaban la dotación de la flota española 1600 soldados españoles, de los cuales 1000 eran mosqueteros.
La flota dirigida por Francisco de Rivera fue directa a su principal objetivo ocupado por los otomanos, la isla de Chipre. Será en esta isla donde comenzará la flota española sus acciones de corso y ataques a puertos consiguiendo numerosas presas en los primeros días, 16 caramuzales mercantes sobre el cabo Celidonia, así como un corsario inglés en Famagusta y un gran número de embarcaciones menores en alta mar. Junto a estas presas, al menos diez buques de guerra otomanos fueron incendiados o hundidos en el ataque al puerto de Salinas junto a sus defensas, que se vieron sorprendidas por la acción de la infantería española que desembarcó una partida con la misión de sabotear el puerto, acción que fue un éxito rotundo sin sufrir ninguna baja.
Estas acciones no pasaron desadvertidas por el gobernador otomano en la isla de Chipre que rápidamente solicitó auxilio de la armada del sultán.
La flota española fue consciente de la arribada de una flota otomana que les buscaba gracias a la captura de un navío mercante que había salido de la capital otomana Constantinopla hacía pocas jornadas.
Francisco de Rivera tomó la decisión de esperar a la flota otomana para sorprenderla y regresar a su puerto base en el Reino de Sicilia con una gran victoria. Por ello estableció una zona de vigilancia cercana al cabo Celidonia y esperar la llegada de los otomanos.
La flota otomana había partido de Constantinopla con 55 galeras armadas con cerca de 270 cañones y 12000 soldados embarcados.
El 14 de julio ambas flotas se encontraron cercanas al cabo y los combates comenzaron sobre las 9 de la mañana cuando la primera línea de galeras otomanas recibió la orden de atacar aprovechando su superioridad numérica. Con antelación, la línea de combate otomana había formado con su característica formación en media luna con intención de hacer valer su número y rodear a la flota española.
Francisco de Rivera sabiendo que su debilidad frente a los otomanos era principalmente el número de naves, ordenó unirlas mediante cadenas para mantener una línea homogénea y evitar que cada nave fuera aislada y rodeada por las numerosas galeras otomanas. A esta acertada decisión, se sumó de unas condiciones meteorológicas desfavorables, con vientos leves que favorecían más las acciones rápidas de las galeras.
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