El Origen del Belén: La Primera Representación de la Virgen María y el Niño Jesús
Las Primeras Representaciones del Belén: El Fresco de la Capella Greca en las Catacumbas de Priscila
Las primeras representaciones del Belén tienen su origen en el arte cristiano primitivo, específicamente en un fresco del siglo II hallado en la Capella Greca, dentro de las catacumbas de Priscila en Roma. Esta pintura, considerada la más antigua representación de la Virgen María, refleja el simbolismo religioso de la época.
En la escena, la Virgen María aparece sentada en un asiento
sin respaldo, vestida con una túnica de manga corta y un velo, sosteniendo al
Niño Jesús envuelto en pañales. Frente a ellos, se encuentran los tres Magos de
Oriente, representados con túnicas sencillas, sin corona ni manto, un detalle
muy diferente de las imágenes posteriores.
A un lado, una figura señala una estrella, comúnmente
identificada como el profeta Balaam, conocido por profetizar la llegada del
Mesías. La estrella, un símbolo clave, refuerza esta interpretación.
Este fresco data de antes del año 320, cuando el 25 de diciembre fue establecido como la fecha oficial del nacimiento de Cristo, coincidiendo con la festividad romana del Sol Invictus, vinculada al solsticio de invierno.
El fresco de la Capella Greca es una representación temprana
y valiosa del nacimiento de Cristo. Más allá de su antigüedad, esta obra es un
testimonio visual que permite comprender los inicios del arte cristiano y su
profunda simbología. Cada detalle, desde la postura de la Virgen hasta la
estrella señalada por el profeta, revela la esencia de una fe que empezaba a
plasmarse en imágenes. Una pieza clave para entender cómo el arte se convirtió
en un lenguaje universal de la espiritualidad cristiana.
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